Los vestidos ya no bastan para conquistar las noches, las olas se llevan el candor de las mañanas, y el frío congela las estrellas titilantes del firmamento. La risa ya no me cura las ganas, el amor no se diagnostica en el médico, mi hambre feroz se derrite con la nieve. El día no tiene segundos, pero podría contar los granos de arena y aún quedarían horas de luz. Añorar se ha vuelto mi condena, y llevo tu recuerdo como grillete de mi corazón. Las flores nunca me habían parecido tan efímeras.
Pensar en tí ya no es mi pasatiempo de cada día por la mañana.
sábado, 6 de marzo de 2010
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