Hace casi dos años, si alguien me hubiese preguntado si perdonaría cualquier cosa por alguien, le hubiese contestado que sí. Por ejemplo, cuando leía cualquier libro o veía cualquier película en la que veía que esas dos personas se querían, mucho, pero por un cúmulo de cosas no podían estar juntas siempre les culpaba a ellos por no olvidarlo todo e ir corriendo a los brazos del otro. Hoy no. Hoy por hoy entiendo por qué aquella chica no quería hablar con él, entiendo por qué aquel chico huía de ella. Lo entiendo. Lo cual no quiere decir que lo comparto, pero sin embargo lo comprendo. Las cosas son mucho más difíciles y complicadas de lo que las pintan.
Ayer, o bueno, teniendo en cuenta las horas que son, antes de ayer, cuando estaba con rebeca vagando por el parque, estuvimos hablando sobre las cosas que han pasado en estos dos años.
Hemos cambiado.
Todo ha cambiado.
Y no volveríamos atrás por nada del mundo.
Siempre he querido una historia de amor de estas de película para poder escribir sobre ella. Era mi pasión y obsesión a la vez. Cuando esto pasó, escribía sobre todas las fases en las que estaba. Me salían historias maravillosas e increíbles. Gracias a ese tipo de cosas que escribí, gané el primer premio del concurso de relatos. Por algo será, no?. Pero luego, me di cuenta de que siempre me arrepentiré de ese día. Siempre. Y por fin pude contárselo a alguien, sabiendo que ese alguien es mi mejor amiga y le importa lo que yo le diga. Y me duele, claro que me duele. Pero tampoco puedo hacerle nada asi que me basta con hablar y hablar de ello a todas horas hasta que me aburra el tema. Y entonces ya no habrá nada de lo que hablar. Los momentos interminables en los que conseguía relacionarlo todo con el asunto que tenía, se acabarán, y quedarán en mi memoria. [ “el corazón de una mujer es un océano lleno de secretos “] Empezamos a hablar de que yo sólo fui un bache en su camino, pero que aún así no me arrepentía de habérselo dicho todo en su momento. También le confesé a rebe, que si tuviese la posibilidad de volver atrás en esa noche de jueves justo antes de decírselo, no cambiaría nada. Aún así se lo diría. ¿Por qué? No, no soy masoca. Pero siempre he creído que de lo único de lo que hay que arrepentirse es de lo que no se ha llegado a hacer. Y por mucho que me queje, me ha hecho madurar de una forma espectacular, y siempre será una historia más que contarles a mis nietos cuando sea vieja. O en su defecto, a los gatos con los que estaré cuando me quede sola. Porque esto será algo más que guardaré en el saquito de mi vida y que tendrá unos cuantos capítulos en mi primer libro.
Los escritores escribimos sobre nuestra vida. Sobre nuestras experiencias. Sobre nuestras inquietudes y sobre todas las cosas que hacen que notemos un pinchacito justo en el centro del pecho cuando pensamos en ellas.
A veces el orgullo y la soberbia nos hace decir o hacer cosas que no queremos. Pero siempre he sido una impulsiva de tres pares de narices, asi que eso también lo tengo asumido.
Digo lo que pienso, tómame como soy.
Y mi corazón va liviano. No intentes amarrarme ni dominarme porque no lo conseguirás. Seré cualquier cosa menos una persona sumisa. Soy muy rara pero me gusta considerarme especial.
A cada verso y a cada cicatriz me convierto en otra persona diferente. Y de tanto que tropiezo ya sé cómo caerme. Así que aprovéchame, que si llegué ayer puedo irme mañana. Como siempre hago.
Soy una trotamundos y no soporto estar en un sitio estable porque me siento enjaulada.
No soy agresiva, sólo lo hago para defenderme.
Aunque me considero una pésima amiga, ellas siempre dicen lo contrario. Dicen que se me da bien escuchar a la gente, y que mis consejos son de gran ayuda. También hablan sobre mi facilidad de entender a la gente y mi don comunicativo. Suelen contarme cosas que digo cuando me hago la fuerte o la dura y además siempre que necesitan un buen abrazo acuden a mí.
Poca gente sabe que soy sonámbula y que en esos momentos es cuando digo las mayores verdades que podría decir alguien jamás sobre mí misma.
Ella cree que seré una gran madre porque me comporto como tal con mi hermana y con ella misma. No soy capaz de despertarme yo sola cuando estoy muy cansada pero sin embargo con sólo oír un sollozo de mi peque no hay sueño que valga.
La guitarra es una extensión de mis manos y los patines lo son de mis pies. Dicen que parezco un pájaro volando cuando salto con ellos puestos y que los sonidos que saco con ella en mi regazo son dignos de una golondrina.
Por muy bien que sepa hacer una cosa, sigo considerándome una aprendiz.
Casi nadie me ha visto bailando, pero cris dice que lo hago genial.
Mi voz es ruda con los que no conozco y suave con mis amigas. Cris cree que cuando canto sale el sol porque mi voz es dulce y les da un respiro a los sentidos.
Me muerdo las uñas constantemente y araño como una gata.
Me pongo zapatos de tacón porque necesito estar por encima de los demás, las inseguridades me matan. Le temo a muchas cosas, pero el miedo no me paraliza. Y me gustan las mariposas porque parece que se camuflan en sus alas para que las personas no veamos sus cabecitas pequeñas.
[ ” Wait a minute, I have more to say. . . “ ]
Debo confesar que he pasado muchas veces por delante de su casa, siempre con la misma canción de fondo puesta, haciéndole fotos a todos mis momentos importantes.
Sigo soñando con que alguien haga algo especial, a la vista de todos, con un único destinatario: yo.
Muchas veces me callo porque considero que si no tengo nada bueno que decir, es mejor no decir nada.
Cualquiera puede verse reflejado en mis ojos pero sólo aquellos que sean importantes podrán ver más allá de las murallas de hielo.
Soy muy manipuladora y puedo mentir con tal de alcanzar mis fines. Pero no podría mentir a las personas a las que quiero.
Me gusta tanto hablar en inglés porque me gusta como suena. Me gusta soñar con que algún día me iré de la península para llegar a algún lugar en el nuevo continente.
He ahí la razón de no querer muchos amigos en un sitio fijo. Me he acostumbrado a estar desde pequeña de una punta a otra del mundo y ahora no podría cambiar, ni siquiera quiero hacerlo.
Mi modelo a seguir siempre ha sido álex aunque nunca se lo he dicho ni siquiera a él. Es mi familia y le adoro con todo mi ser. Cada año, en verano, sueño con volver a mis raíces para tener esa noche de primos en la que nos quedemos hablando hasta las tantas de la madrugada y luego nos quedemos durmiendo juntos. Acurrucados el uno junto al otro diciéndonos sin palabras lo que ninguno podría decirse a la cara. Lo mucho que nos hemos echado de menos y cuanto nos queremos. Porque es una relación especial que no se romperá por mucho tiempo que estemos separados. Es él quien me ha dado mi apodo y quien siempre estuvo ahí. Soy su peque y su enana y no creo que nunca alguien podrá decírmelo y hacerme sentir como él hace.
Adoro a mi tío. Él ha sido como un padre. Un grandioso padre para mí en esos dos meses penosos y durísimos. Porque nunca le he dicho a nadie que me pasé todo el verano llorando las penas por las noches cuando nadie me veía. Mientras hablaba con eme, aprendí a ser una gran actriz y a engañar a cualquiera que se me pusiera delante menos a él. Tenía un sexto sentido y sin embargo nunca me preguntó nada sobre el tema. Creo que le fue evidente. Sólo se sentaba en el sofá verde oscuro, tocaba un poco el sitio a su lado, y yo venía, me sentaba y él me abrazaba y me acariciaba el pelo. No hacía falta ninguna conversación etérea de por medio. Sencillamente me dejaba sacar lo que necesitase y se estableció un vínculo irrompible. Ahora su padre ha muerto. Ayer mismo. Estará destrozado y sin embargo yo no he conseguido hablar todavía con él. Y aunque sólo vi a su padre 3 o 4 veces en toda mi vida, se me cerró el estómago y todavía me escuece la garganta.
Ella. Mi niña. Mi peque. Todo el verano ella fue lo que me hacía sonreír, aunque mi sonrisa haya costado mis extensiones, me da igual. Arra. Y ése último día cuando no quería irse a dormir porque sabía que me iba. Sabía que volvía a esta jaula de cristal sin ella. Cuando me cogía el brazo y me decía que no llorase. Y yo le decía que me iba a ir en un avión muy grande. A Madrid. Otra vez. Dejándola ahí y no pudiendo separarme de ella. Y ella no quería dejarme sola. Quería irse conmigo. Y más lloreras incontrolables y maletas sin hacer. Maletas que no se podían cerrar y cremalleras rotas. Todo ello señales de que no debía volver. Y nadie podrá entender cuantísimo la echo de menos. A sólo dos semanas de que vuelva no puedo creerme que volveré a tener a mi niña en brazos. Cuando ella volvía del parque y saltábamos y chillábamos por todo el salón. Y corre. Y escóndete. Buuuuhhh te encontré!. La tabla de planchar sosteniendo el picaporte para darme 10 o 15 minutos más de sueño. Noches en las que me iba a dormir a las 4 y me despertaba a las 9. Y no estaba cansada. Todo por ella. Y en el pueblo. Los mosquitos comiéndome viva. Las vacas y los toros delante de la puerta y ella en mis brazos. Como siempre. Las dos. Corre y corre hasta casa que te pillan. Y los caballos. La abeja gigante que iba detrás nuestra y que me picó a mí por salvarla a ella. Dale de comer a las gallinas y vuelve para recoger las uvas en el viñedo. Y ella siempre detrás mía. Arra. Siempre chillando Arra, como diciéndome en un monosílabo que estaba ahí, que no se iría y que la esperase, que sus piernecitas pequeñitas no daban para más.
Los cuentos que le conté mientras se hacía la dormida y remoloneaba en mi cama. Lo mucho que le gustaba las ondas de mi pelo y como íbamos por toda la casa ella encima. Arre arre caballito y a comer. Aquella tarde en la que se comió 4 yogures enteros sólo porque se los daba yo. Y lo mucho que la gustaba estar conmigo. Y lo mucho que yo la quiero. A la niña de mis ojos.
domingo, 18 de abril de 2010
787. Lo que te conté mientras te hacías la dormida.
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