Me encantaría que nos encontráramos después de diez años, que mostremos cara de sorprendidos aunque no lo estemos, que nos abracemos y nos sentemos a hablar de lo relativamente felices que son nuestras vidas, porque aunque estas no sean así es preferible aparentarlo que demostrar lo infelices que somos el uno sin el otro.
Porque algo ha quedado de ese pasado, porque era sabido lo que iba a pasar, porque siempre fuimos dos ciegos que dejaron la vida pasar.
Mi deseo es concedido. Nos encontramos y me invitas a una cafetería. Todo sucede de la manera que lo esperé. Fingimos ser felices. Fingimos ser quienes no somos.
Llevo el capuchino a mi boca lentamente, más este no llega a tocar mis labios. Lo sostienes y bajas mi mano. Trato de retener un suspiro, mas este escapa de mi boca como las golondrinas que escapan hacia una libertad lejana. Tomas mi mano y la entrelazas con la tuya, mientras mi cuerpo es recorrido por un electrizante escalofrió. Me besas como nunca. Es tanta tu dulzura que siento que todos los años perdidos no fueron en vano, sino que fueron necesarios para llegar a esto. A este beso. Al beso más maravilloso de mi vida.
Comienzas a besarme nuevamente. Me estremezco. Esta vez mis impulsos delatan mis ansias. Mis dedos se dirigen a tu cabellera de un extraño color bronce. Se entremezclan y se enredan. Me atraes en un movimiento hacia tu silla y me sientas en tu regazo. Eso me recuerda a los besos de antaño, a pesar de que esta vez el beso era más apasionado. Era distinto a aquellos besos que solíamos darnos, pero casi igual. Conservaba la dulzura y el amor de los antiguos, pero se le añadía una pasión desgarradora.
Nos separamos para tomar aire, me miras y un escalofrío recorre mi cuerpo. Me levanto de tu regazo sin cortar el contacto visual.
Vienen a mi mente recuerdos borrosos. Recuerdos de un amor adolescente fugaz, pero imposible de olvidar.
Susurro tu nombre y al instante desapareces.
Caigo en la dura realidad y sollozo. El llanto sucumbe a mí, y es cuando siento que merezco este sufrimiento, por haber sido cobarde, por no haber enfrentado la realidad cuando tuve oportunidad, por no hacerme cargo de mis sentimientos en el momento adecuado en el cual me profesabas tu amor y yo huí.
Me despierto con la cara empapada a causa de las lágrimas que se acumulan en mis ojos.
Ahí es cuando me doy cuenta, nuevamente, que diez años pasaron y aún no soy capaz de olvidarte.
* * *
wow...asique eso es lo que pasara...
Diez años después...