Ella miró el cielo con los ojos entrecerrados; la luz la encandilaba.
Se preguntaba si estaba en el lugar y momento indicados. Si enamorarse de él era en realidad lo que su destino había planeado, si sufrir de esa manera era en realidad la forma en la que estaba cobrando sus acciones en vidas pasadas.
Era patético vérla de esa forma. Nerviosa, inquieta, hasta histérica en ocasiones.
Eran esos días de primavera donde el clima es cálido en el sol, y frío en la sombra. Ella estaba mitad y mitad.
Se acostó en el pasto, el cuello empezaba a dolerle, pero nunca quitó la vista del firmamento.
Cuantas personas habrán hecho lo mismo que ella. Típica vista, típico clima, típico pensamiento.
Estaba agotada. Apenas pestañeaba para no cerrar los ojos y dormirse.
Deseaba poder llegar a ese cielo, poder rozar esas nubes de algodón, poder sentir el viento y no pensar en nada más ni nadie más, que ella misma.
Y así, sin más preámbulos, sin más preocupaciones, sin más pensamientos, sin más impedimientos, cerró sus ojos.
Se preguntaba si estaba en el lugar y momento indicados. Si enamorarse de él era en realidad lo que su destino había planeado, si sufrir de esa manera era en realidad la forma en la que estaba cobrando sus acciones en vidas pasadas.
Era patético vérla de esa forma. Nerviosa, inquieta, hasta histérica en ocasiones.
Eran esos días de primavera donde el clima es cálido en el sol, y frío en la sombra. Ella estaba mitad y mitad.
Se acostó en el pasto, el cuello empezaba a dolerle, pero nunca quitó la vista del firmamento.
Cuantas personas habrán hecho lo mismo que ella. Típica vista, típico clima, típico pensamiento.
Estaba agotada. Apenas pestañeaba para no cerrar los ojos y dormirse.
Deseaba poder llegar a ese cielo, poder rozar esas nubes de algodón, poder sentir el viento y no pensar en nada más ni nadie más, que ella misma.
Y así, sin más preámbulos, sin más preocupaciones, sin más pensamientos, sin más impedimientos, cerró sus ojos.