Me odio con tanta impotencia que me doy miedo. Estoy tan sola que mi mente empieza a imaginar que está acompañada sólo por ana y mía, intento reír para no llorar. Me hallo cansada de todo, de mi cuerpo, de la vida, de sobrevivir así como así. Quiero sentir algo, quiero que algo me agarre pero nada lo hace, quiero dejar de enfriarme, quiero dejar de morir en vida. Esto parece un proceso lento y doloroso que me quita el todo y la nada. Me quedo vacía, nula e inservible cuando me encuentro sola, carcomiéndome en silencio las ganas de hablar, las ganas de gritar, de estallar en mil pedazos e irme lejos. Donde alguien me quiera. Donde a alguien le importe e interese mi bien estar, mi verdadero bien estar. Quiero que ana y mía se vayan pero cada vez se pegan más y más a mi piel, me es imposible arrancarlas. Las adoro porque nunca me dejan, nunca se rinden conmigo. Me quema este dolor, esta angustia que me inunda, esta lombriz que tengo dentro del estomago que se come todo por mi, estos vómitos que me dejan sin aliento, los ojos rojos y llorosos, la respiración agitada y esas ganas de llorarle a la vida que no me deja morir.