- ¿Y cuál es tu tipo de chico? -Lo preguntó de forma inocente, como intentando quitarle importancia, pero ambos sabíamos que era una pregunta crucial pues la respuesta sería la definitiva, la que trazaría la raya divisoria.
Le sonreí con desgana, y desvié la vista hacia el bosque meditando. Un manto blanco cubría tenuemente los manzanos y los abetos.
- Para empezar... -volví a concentrar la mirada en él.- tiene que ser muy bueno besando. Para mí el primer beso es la pieza fundamental en el amor.
Asintió pacientemente con la cabeza intentando disimular la ansiedad que corría por sus ojos.
- También ha de ser inteligente, me gustan las personas con las que puedo conversar sin miedo a que se duerman. -Esta vez dejó escapar una sonrisa, no había otra persona en el mundo que me escuchara con mayor interés que él. Y viceversa sucedía lo mismo.
Esperé unos minutos, disfrutando del gélido viento crepuscular. Él se removió inquieto en el banco.
- El físico no es muy importante, aunque puestos a desear, no estaría mal que el tío estuviese muy bueno. -Le sonreí abiertamente, disfrutando de su agradable visión de dios griego.
- Ya, en fin, yo me refería a nivel... aspecto. -dijo sin tapujos, se estaba cansando de mis juegos absurdos de niña temeraria.
- Pues, es difícil, si es rubio me gustaría que sus cabellos fuesen brillantes, como los de los príncipes azules y que sus ojos fuesen dos zafiros hermosos que atrapasen a la luna. -Aquello le dolió, el no tenía en absoluto nada de rubio. Pero me estaba divirtiendo a su costa, así que continué.- Si es pelirrojo, me encantaría que fuese alto y garboso, y que sus ojos fuesen del color de la hierba madrugadora, bañados por un rocío misterioso y cáli...
- Oye, ¿sabes qué? -estalló.- No me importa, no sé por que te he preguntado. Olvídalo.
Agachó la cabeza, y concentró toda su atención en un olvidado hormiguero. Una enorme ternura invadió mi corazón, no quería verle sufrir.
- Pero mis preferidos, son los hombres -remarqué la palabra con todo mi énfasis.- con rizos castaños, pecas pincelando su nariz y unos irresistibles ojos castaños en los que perderme mientras le beso.
Esperé deseosa su respuesta. Levantó su rizada cabeza, me miró a través de sus ojos plateados, y sonrió. Jamás olvidaré aquella sonrisa, tan llena de alegría, tan hermosa.
Le sonreí con desgana, y desvié la vista hacia el bosque meditando. Un manto blanco cubría tenuemente los manzanos y los abetos.
- Para empezar... -volví a concentrar la mirada en él.- tiene que ser muy bueno besando. Para mí el primer beso es la pieza fundamental en el amor.
Asintió pacientemente con la cabeza intentando disimular la ansiedad que corría por sus ojos.
- También ha de ser inteligente, me gustan las personas con las que puedo conversar sin miedo a que se duerman. -Esta vez dejó escapar una sonrisa, no había otra persona en el mundo que me escuchara con mayor interés que él. Y viceversa sucedía lo mismo.
Esperé unos minutos, disfrutando del gélido viento crepuscular. Él se removió inquieto en el banco.
- El físico no es muy importante, aunque puestos a desear, no estaría mal que el tío estuviese muy bueno. -Le sonreí abiertamente, disfrutando de su agradable visión de dios griego.
- Ya, en fin, yo me refería a nivel... aspecto. -dijo sin tapujos, se estaba cansando de mis juegos absurdos de niña temeraria.
- Pues, es difícil, si es rubio me gustaría que sus cabellos fuesen brillantes, como los de los príncipes azules y que sus ojos fuesen dos zafiros hermosos que atrapasen a la luna. -Aquello le dolió, el no tenía en absoluto nada de rubio. Pero me estaba divirtiendo a su costa, así que continué.- Si es pelirrojo, me encantaría que fuese alto y garboso, y que sus ojos fuesen del color de la hierba madrugadora, bañados por un rocío misterioso y cáli...
- Oye, ¿sabes qué? -estalló.- No me importa, no sé por que te he preguntado. Olvídalo.
Agachó la cabeza, y concentró toda su atención en un olvidado hormiguero. Una enorme ternura invadió mi corazón, no quería verle sufrir.
- Pero mis preferidos, son los hombres -remarqué la palabra con todo mi énfasis.- con rizos castaños, pecas pincelando su nariz y unos irresistibles ojos castaños en los que perderme mientras le beso.
Esperé deseosa su respuesta. Levantó su rizada cabeza, me miró a través de sus ojos plateados, y sonrió. Jamás olvidaré aquella sonrisa, tan llena de alegría, tan hermosa.