Su pie descalzo brillaba bajo la luna entre los charcos luminosos de la calle. El frío se clavaba en su frágil cuerpo de princesa de azúcar, y las lágrimas empañaban sus ojos de trocitos de cielo.
Sus labios carnosos morían silenciosos en esa comisura que tantos hombres habían anhelado. Y su cabello dorado caía derramándose sobre sus hombros pequeños e inciertos, mientras las estrellas le regalaban sonrisas de compasión.
- ¿Qué te pasa princesa? -preguntó una voz a su espalda como el resplandor de una farola al encenderse.
- Que me han vuelto a romper el corazón.
Y en la lejanía, el eco de las campanas volvió a anunciar las doce . . .
Sus labios carnosos morían silenciosos en esa comisura que tantos hombres habían anhelado. Y su cabello dorado caía derramándose sobre sus hombros pequeños e inciertos, mientras las estrellas le regalaban sonrisas de compasión.
- ¿Qué te pasa princesa? -preguntó una voz a su espalda como el resplandor de una farola al encenderse.
- Que me han vuelto a romper el corazón.
Y en la lejanía, el eco de las campanas volvió a anunciar las doce . . .