Rechista la Tierra y protesta en Tokio, como si aquel lugar fuese el culpable de que tú y yo ya no estemos juntos nunca jamás. Se apagan las luces de casa y por arte de magia se vuelven a encender antes de que yo alcance la vela, se me cae el pelo a trozos y saco la escobilla para barrer lo que queda de nosotros. Los azulejos se tornan más grises que de costumbre, la luna se tapa con nubes, el cielo se agarra al negro y mi recuerdo se niega a soltarte una vez más. Tiemblan los tobillos de las mujeres que hoy calzan tacones, se corrompen las rodillas, el estómago rechista y mi pecho late fuerte al ritmo que cuenta el principio de los cuentos bonitos que no terminamos. El tocadisco escupe polvo, los libros se sortean espacios pequeños en una estantería endeble, la caja tonta admite ser más lista que ayer y la manta de cuadros pide a gritos que vuelvas y me abraces fuerte. Tiembla Tokio entera, de pies a cabeza, y tiemblo yo con ella mientras prometo que en este mundo benévolo yo no volveré a echarte de menos.
Adiós mi vida.