Historias de amor con fecha de caducidad tan necesarias y tan innecesarias al mismo tiempo.
Amores sin tabúes, sin celos.
Pasiones desenfrenadas bajo unas sábanas frías que comienzan al anochecer y terminan de madrugada.
Sentimientos volátiles en el tiempo y en la distancia.
Almas frígidas y corazones en erupción.
Amores de usar y tirar.
Historias de sexo, de trampas, de risas y de teléfonos móviles apagados.
Historias de meros objetos que se atraen y se repelen, pero sobre todo, se desean.
Objetos que no se complican, que no sienten, que ya no padecen.
Personajes equivocados ante un puñado de besos.
Personajes que imaginan que tal vez esa saliva pudiera ser de terceros.
Y cierran los ojos, los cierran por no intentar reconocerlo.
Y cuando los abren, reconocen que quizás no estaban en lo cierto.
Y qué más da.
Equivoquémonos de nuevo.
Y esta vez seré yo la culpable, te lo prometo.
Y ahora puede ser un acierto.