Parece que el verano dura más tiempo, el cielo siempre es azul bonito, y el sol naranja chillón.
Clara se sentó a la sombra del pequeño limonero de su jardín mientras buscaba un pingüino con dos azabaches entre los esponjosos y redondos algodones que flotaban sobre el campo. El viejo ruido de la vieja bici azul campo abajo la despertó de su ensimismamiento. Se acarició los pies.
Damen apareció tras la verja y la saludó con la mano.
- ¿Qué haces?
- Intento atrapar una nube, pero ahora que estás aquí ya no me hace falta. –murmuró Clara poniendo cara de circunstancias.
- ¿Y eso por qué?
- Bueno, tú ya me haces sentir como si estuviera flotando.