No te escribo porque haga mucho tiempo que no hablamos. Tampoco por cortesía, aún intento descifrar esa palabra. Sólo quería decirte que aunque nunca coincidiéramos en nuestras opiniones y aunque no soportaras mis modales al igual que no soportabas ver toda la mierda que tenía por el suelo de mi casa sé que aún tienes mi colección de sonrisas. Un día desaparecieron de mi cajón, el de la mesita dónde guardaba también las despedidas con finales que no eran finales felices en los que hay príncipes y princesas. Sólo había huracanes y terremotos. Pero de los que arrasan con casas y destrozan ciudades. Finales con gotas de lluvia agridulces y tormentas en verano, de las que no te esperas.
Te pido que me devuelvas mi gran colección. Allí están los únicos recuerdos. Esos que me hacían cosquillas en las mejillas. Los que me dejaban soñar hasta el amanecer. Los que se colaban por los dedos de mis pies haciéndome estornudar. Ahora los únicos recuerdos que tengo son aquellos de cuando te burlabas de mí al verme despertar. También recuerdo cómo me tapaste la cara con una bolsa para que tu familia no me viera. O como cuando saliste por la puerta a buscar tus zapatos rojos y no volviste.
Te pido que me devuelvas mi gran colección. Allí están los únicos recuerdos. Esos que me hacían cosquillas en las mejillas. Los que me dejaban soñar hasta el amanecer. Los que se colaban por los dedos de mis pies haciéndome estornudar. Ahora los únicos recuerdos que tengo son aquellos de cuando te burlabas de mí al verme despertar. También recuerdo cómo me tapaste la cara con una bolsa para que tu familia no me viera. O como cuando saliste por la puerta a buscar tus zapatos rojos y no volviste.