El que nada espera nunca sufre desengaños
Salvo unos pocos poetas y monjes iluminados retirados en lo alto de un monte, los demás si tenemos nuestras ilusiones. Es más, no es que las tengamos, es que las necesitamos. Alimentan nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestras vidas como una bebida energética con dosis extra de cafeína. Charlotte había dejado de vivir, pero no estaba dispuesta a dejar de soñar; si bien todo apuntaba a que alguien había dejado sus sueños en eterna espera