Bailando el vals de las once y diez, siempre en aquella escalera, donde ella espera.
Como siempre, y cada noche, se apoya en la barandilla y recuerda.
Una vez casi la difuminó para subir por ella y alcanzar el valor suficiente para gritar dos palabras.
Esa vez incluso llegó a saborear la victoria, cítrica de aquel cuello inalcanzable.Cítrica, crítica, catastrófica.
Melodía pura entrando en sus oídos y esa voz aterciopelada susurrando inalterable demasiadas fantasías.
Y esas manos de cirujano experto en su cintura y en su espalda, trazando círculos arrítmicos sobre su clavícula y ella asiente despacio y con la mirada vacía, aunque sonríe.
Me pregunto por qué siempre sonríe.
Qué mas da, hoy tampoco le verá, ya ni siquiera le espera o eso le gusta decirse a sí misma.
Qué importa, ya casi es la hora de cerrar ya no vendrá, en su cielo hay que vestir de etiqueta y ser morena y transeúnte.
De corazones cobardes a bocas calladas.De tú a tú, ¿quién perdió más,Alicia, o el gato con botas?
De mí a tí, aquí y ahora.
¿Quién pierde más?
No, mírame y dime.
Abre la boca y miénteme,a ver si logras callar mis miradas frías.
Déjame sin excusa,sin habla, sin respiración.
Vénceme, o lucha hasta estar rendido.
Quítame las armas, o quítame la vida pero hazlo ya.
Y no te gires.
Juro, que si te marchas ahora lo último que sabrás de la chica de las once y diez es que tiene los ojos tristes de llorar tantos recuerdos, y el alma violeta, como el día en que te dejó marchar.
Francamente y sin rodeos se hace tarde y no tengo con quién dormir,y si lo tengo no lo quiero porque no me saca de quicio ni me vuelve loca en silencio,ni me pide que le seque el corazón tras la tormenta, ni me quita el sueño, ni lleva tu nombre, ni tiene tu voz.
Ni me importa siquiera si el mundo ahí fuera arde o se vuelve hielo,si tu aliento está en mi cuello y tus manos se atropellan torpes por entre mi ropa, para buscarme el corazón y calentarlo.Una y otra vez.
Hasta que la noche amanezca y ya no sean las once y diez.
Y quizás se pase el momento y estemos aquí sentados, el uno frente al otro.Dos desconocidos con ganas de huír.
Y quizás me recuerdes como aquella chica alegre y un poco loca, loca por tí.
A la que no querías, pero qué puedo decirte yo,si ni siquiera son las once y diez todavía
Como siempre, y cada noche, se apoya en la barandilla y recuerda.
Una vez casi la difuminó para subir por ella y alcanzar el valor suficiente para gritar dos palabras.
Esa vez incluso llegó a saborear la victoria, cítrica de aquel cuello inalcanzable.Cítrica, crítica, catastrófica.
Melodía pura entrando en sus oídos y esa voz aterciopelada susurrando inalterable demasiadas fantasías.
Y esas manos de cirujano experto en su cintura y en su espalda, trazando círculos arrítmicos sobre su clavícula y ella asiente despacio y con la mirada vacía, aunque sonríe.
Me pregunto por qué siempre sonríe.
Qué mas da, hoy tampoco le verá, ya ni siquiera le espera o eso le gusta decirse a sí misma.
Qué importa, ya casi es la hora de cerrar ya no vendrá, en su cielo hay que vestir de etiqueta y ser morena y transeúnte.
De corazones cobardes a bocas calladas.De tú a tú, ¿quién perdió más,Alicia, o el gato con botas?
De mí a tí, aquí y ahora.
¿Quién pierde más?
No, mírame y dime.
Abre la boca y miénteme,a ver si logras callar mis miradas frías.
Déjame sin excusa,sin habla, sin respiración.
Vénceme, o lucha hasta estar rendido.
Quítame las armas, o quítame la vida pero hazlo ya.
Y no te gires.
Juro, que si te marchas ahora lo último que sabrás de la chica de las once y diez es que tiene los ojos tristes de llorar tantos recuerdos, y el alma violeta, como el día en que te dejó marchar.
Francamente y sin rodeos se hace tarde y no tengo con quién dormir,y si lo tengo no lo quiero porque no me saca de quicio ni me vuelve loca en silencio,ni me pide que le seque el corazón tras la tormenta, ni me quita el sueño, ni lleva tu nombre, ni tiene tu voz.
Ni me importa siquiera si el mundo ahí fuera arde o se vuelve hielo,si tu aliento está en mi cuello y tus manos se atropellan torpes por entre mi ropa, para buscarme el corazón y calentarlo.Una y otra vez.
Hasta que la noche amanezca y ya no sean las once y diez.
Y quizás se pase el momento y estemos aquí sentados, el uno frente al otro.Dos desconocidos con ganas de huír.
Y quizás me recuerdes como aquella chica alegre y un poco loca, loca por tí.
A la que no querías, pero qué puedo decirte yo,si ni siquiera son las once y diez todavía
y tampoco has aparecido hoy.